viernes, 9 de abril de 2010

Un supermercado en California


Qué cosas pienso de ti esta noche, Walt Whitman, porque caminé por las calles laterales, bajo los árboles con dolor de cabeza y consistencia de mí mismo mirando la luna llena.

En mi hambriento cansancio, y en busca de imágenes que comprar, entré al supermercado de frutas de neón, soñando con tus enumeraciones!

¡Qué melocotones y qué penumbras! ¡Familias al completo haciendo la compra por la noche! ¡pasillos llenos de maridos! ¡Esposas donde los aguacates, bebés donde los tomates! –y tú, García Lorca, ¿qué estabas haciendo tú allá abajo junto a las sandías?

Te vi Walt Whitman, sin hijos, viejo mendigo solitario, hurgando entre las carnes del refrigerador y echándole el ojo a los muchachos de las verduras.

Te oí hacerles preguntas a todos: ¿Quién mató las chuletas de cerdo? ¿Qué valen los plátanos? ¿Acaso eres tú mi Ángel?

Yo anduve entrando y saliendo de entre las brillantes montañas de latas siguiéndote, perseguido en mi imaginación por el detective de almacén.

Caminamos a grandes zancadas por los abiertos corredores, juntos en nuestro solitario capricho catando alcachofas, poseyendo cada una de las exquisiteces congeladas, y sin pasar ni una sola vez por caja.

¿A dónde nos dirigimos, Walt Whitman? Las puertas se cierran dentro de una hora. ¿En qué dirección apunta tu barba esta noche?


(Toco tu libro y sueño en nuestra odisea en el supermercado y me siento absurdo).


¿Caminaremos acaso durante toda la noche a través de solitarias calles? Los árboles añaden sombras a las sombras, las luces de las casas están apagadas, los dos nos vamos a sentir muy solos.

¿Caminaremos acaso soñando en la perdida América del amor mientras pasamos junto a azules automóviles aparcados en caminos particulares, camino de vuelta a nuestra silenciosa casa?

Ah, querido padre, barbagrís, solitario y viejo maestro del coraje ¿con qué América te encontraste cuando Caronte dejó de empujar con la pértiga su bote y tomaste tierra en una humeante ribera y permaneciste observando cómo desaparecía el bote en las negras aguas del Leteo?
autor: Allen Ginsberg

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